La antigua Vía Augusta, el bulevar más largo de la Península Ibérica bajo el dominio romano, aún sobrevive en la zona, con restos de puentes, arcos y villas. Sin embargo, lo más destacable no son las casas solariegas y los molinos que se han descubierto, ni los hitos a lo largo de la ruta histórica. Es el olivo de 2.000 años.
Los olivos de la época romana
Los olivos que salpican el paisaje de la comarca castellonense del Maestrat, al norte de Valencia, van desde los que vieron el reinado de Augusto César hasta los que fueron testigos de la caída del Imperio Romano y todavía hoy dan aceitunas.
Debido a que los árboles milenarios están protegidos por el gobierno, no se permite el método normal de recolección, que consiste en sacudir los troncos con una cosechadora vibratoria. En su lugar, se sacuden manualmente contra las ramas con un sacudidor de mano para extraer cuidadosamente las aceitunas. Dos o tres árboles son cosechados en dos horas por dos personas.
Las aceitunas cosechadas se prensan el mismo día para obtener aceite virgen extra». Algunos expertos dicen que el aceite de árboles milenarios es más dulce». Esto se debe a que es difícil que el agua salga de los árboles más viejos (en el tronco).
Los olivos, comunes en el Mediterráneo, se remontan a finales de la Edad de Piedra, pero su cultivo comenzó mucho más tarde, entre el 3700 y el 3500 a.C.
El origen fenicio de estos árboles
Los árboles domesticados llegaron probablemente a la Península Ibérica con los fenicios hacia el siglo XI a.C.», explica Yolanda Peña Cervantes, profesora de arqueología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Al parecer, los fenicios viajaron a la Península Ibérica desde lo que hoy es Líbano, Siria e Israel, donde comerciaron con el aceite de oliva con la población local y también transmitieron los conocimientos necesarios para cultivar olivos.
Más tarde, cuando el Imperio Romano se apoderó de la península entre el siglo II a.C. y el siglo IV d.C., la producción de aceite de oliva aumentó y la Bética (la provincia romana que ahora abarca la mayor parte de Andalucía) se convirtió en uno de los mayores exportadores de aceite de oliva a Roma, Gran Bretaña y Alemania.
A diferencia de la Bética, la provincia de Ispania Tarraconensis, que incluye la actual Castellón, no producía aceite de oliva a escala industrial. Los arqueólogos no han encontrado pruebas de la producción de ánforas (jarras de cerámica utilizadas para transportar aceite) y creen que el aceite de oliva extraído en Tarakonensis se quedó allí.
Además de ser una parte esencial de la dieta, el aceite de oliva se utilizaba para hacer perfumes, para curar enfermedades, para ceremonias religiosas y para iluminar casas y templos.
Peña escribe: «Hay un dicho de Plinio el Viejo que dice algo así. Hay dos líquidos que son agradables para el cuerpo humano: el vino por dentro y el aceite por fuera». El valor cultural del aceite de oliva y de los olivos es muy importante en el Mediterráneo (en esa época)».
El valor del árbol no ha disminuido en la actualidad. El olivo es mi libertad», dice Ramón Mampel Della, jefe de la cooperativa Clos des Simos. Fundó la cooperativa hace 17 años con algunos colegas para difundir la idea del árbol del milenio entre los agricultores locales.
A principios del siglo XXI, los viejos árboles de Castellón fueron devastados por un robusto comercio. Al no poder competir con Andalucía en la producción de aceite de oliva, los agricultores ponen sus árboles a la venta para sobrevivir. Personas adineradas de todo el mundo han pagado miles de euros para arrancar los árboles y transportarlos a Madrid, Alemania, Italia y otros lugares para replantarlos con fines decorativos.
Hemos perdido 3.000 árboles», dijo Mampel. Recuerdo que el primero que se vendió tenía una circunferencia de nueve metros. Los árboles podrían tener más de 2.000 años.
La cooperativa Clos d’en Simo buscó la manera de valorar a los propietarios de los árboles restantes y animarles a mantenerlos en la zona. Los Mampels produjeron entonces aceite de oliva de los árboles milenarios para los miembros de la cooperativa, pero también de los árboles más jóvenes. Publicaron un libro de fotos, organizaron una exposición de arte y trabajaron con la Diputación de Valencia para conseguir la aprobación de una ley de protección de los árboles.
Queríamos mantener vivo nuestro patrimonio», dice Mampel. No sólo de nuestros padres y abuelos, sino también de culturas mucho más lejanas.
Y aunque muchos se resisten e incluso les amenazan porque es un negocio lucrativo, las cooperativas han presionado: en 2006, la Asamblea Nacional decidió por unanimidad prohibir la venta de árboles de más de 350 años.
Los olivos milenarios romanos hoy en día
Hoy en día, entre 5.000 y 6.000 árboles milenarios sobreviven y prosperan en Castellón. Al principio éramos guerreros», dice Mampel. Y ahora somos los guardianes.
Primero fuimos guerreros, ahora somos guardianes.
Una de sus funciones como guardián es enseñar a la gente a cuidar los árboles. Mampel espera conseguirlo a través del turismo. Clot den Simo ofrece varias rutas turísticas por la zona de los árboles milenarios, en colaboración con Turriart, una empresa que realiza exploraciones culturales de la región.
Los árboles son seres vivos», dice Mampel. Queremos enseñar a la gente a respetarla».
El aceite de oliva prensado de árboles milenarios es caro y cuesta varias veces más que el aceite de oliva común. En el caso de Verge, el aceite prensado de un árbol de 1.000 años cuesta 78 euros por 500 ml, mientras que la misma cantidad de aceite de un árbol de 2.000 años cuesta otra cosa. Otros productores de la región cobran entre 20 y 100 euros por 500 ml.