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Las ánforas de aceite bético son las más abundantes o las más comunes en todo el Imperio Romano de Occidente. Las ánforas aparecen en toda Gran Bretaña, en Gales, así como en Bélgica y Alemania e incluso en Suiza. También se transportaban a Alejandría (Egipto), un puerto de distribución que a su vez enviaba el aceite a lugares tan remotos como Arikamedu, en la costa oriental de la India. Así, las ánforas que contenían aceite de las orillas del río Guadalquivir, en Andalucía, viajaron 8.000 kilómetros hasta la India hace dos milenios.

El aceite de oliva en el Imperio Romano

Pero la gran mayoría se la llevó Roma, la capital del mundo. «En el imperio romano, el emperador, compraba el apoyo político de los plebeyos con un plato de lentejas. Estaba obligado a mantener la paz social en Roma, y lo hacía ofreciendo alimentos a bajo coste. Roma dependía del aceite de la Bética. Prueba de ello es un enorme vertedero que hoy conocemos como Monte Testaccio, que el profesor Remesal y su equipo llevan años investigando.

«Es un monte absolutamente artificial, compuesto en su totalidad por restos de ánforas, con un perímetro que mide casi un kilómetro, y una altura de casi 50 metros, y que en su época de esplendor era mucho mayor. Era un vertedero organizado. Hoy nos sugiere que entre el 80% y el 85% del aceite de oliva consumido en la capital desde la época de Augusto hasta el siglo III d.C. procedía de la Bética».

aceite de oliva en el imperio romano

«Nuestros geólogos lo han pesado y medido su volumen. Queda alrededor de medio millón de toneladas de material cerámico, que al dividirlo por 30 kilos -el peso aproximado de cada una- llegamos a la conclusión de que aún quedan unos 25 millones de ánforas. Si se multiplica esa cifra por 70 kilos de aceite por ánfora, tenemos 1.750.000 toneladas de aceite. Los restos que aún quedan en Testaccio son suficientes para mantener la dieta de medio millón de personas durante 250 años».

Pero aún nos queda una pregunta: ¿cómo se expandió su consumo por todo el mundo tan rápidamente? Muy sencillo, al ritmo del ejército romano: La dieta de un soldado romano estaba determinada por un general romano, un mediterráneo, para quien el aceite es una fuente de alimentación fundamental. Se lo servía al soldado como parte de sus raciones, a razón de un litro al mes aproximadamente. Además, tenemos el hecho de que quienes querían emular el modo de vida romano tendían a adoptar sus costumbres: bañarse como romanos, comer como romanos, beber como romanos, lo que explica cómo un producto exótico se impuso en todos esos territorios.